En el actual entorno de bajo crecimiento, cabría esperar que los sectores de alto crecimiento comandasen una prima. Por el contrario, lo que venimos observando es una estampida hacia las acciones de alto dividendo, toda vez que un gran número de bonistas ha capitulado ante la acción represora de los bancos centrales.
Las bajas rentabilidades han forzado a muchos inversores a aceptar a regañadientes la narrativa de que, en el actual entorno de tipos bajos, las acciones son los “nuevos bonos”, teniendo que asumir una mayor volatilidad a cambio de un dividendo. Este reflujo inversor ha creado una serie de oportunidades en el extremo más arriesgado del espectro de inversión, destacando especialmente el sector de biotecnología.
El índice Nasdaq Biotechnology alcanzó su pico en 2015, y comenzó a corregir en tándem con el S&P 500, cayendo casi un 40%. Sin embargo, mientras que este último ha alcanzado nuevos máximos, las acciones de biotecnología permanecen deprimidas. Si bien es cierto que el índice había tenido un recorrido fabuloso (triplicando su valor desde 2012), esto fue en gran medida consecuencia de que sector cumplió con las expectativas. Nuevos tratamientos llegaron al mercado, permitiendo a las compañías obtener ganancias, y provocando sucesivas oleadas de fusiones y adquisiciones en el sector, una vez que las compañías farmacéuticas se repararon en que era más inteligente comprar empresas biotecnológicas exitosas que financiar proyectos de I+D de alto riesgo.
El principal factor detrás de la caída en desgracia del sector fue un tweet de Hillary Clinton prometiendo acabar con el exceso de precios de los medicamentos bajo receta, tras varios escándalos en la industria. Ahora que Clinton está fuera de la ecuación, la incertidumbre ha disminuido, aunque no ha desaparecido por completo. Si bien reducir la intervención estatal es un elemento clave del programa de Trump, durante la campaña se desmarcó con un “yo también” a los controles de precios.
Las valoraciones actuales resultan en cualquier caso atractivas para inversores a largo plazo, ya que los fundamentales del sector siguen intactos. El sector no está en una fase de maduración, sino más bien de re-aceleración – similar a la web 2.0, pero con menos fanfarria – sustentado por un elenco de descubrimientos científicos (secuenciación de ADN, inmunoterapia, terapias génicas y de células madre) impulsados por la convergencia entre la bioquímica y la revolución digital, que permite tanto una reducción en los costos (el coste de secuenciación del ADN está a punto de caer por debajo $1k) como nuevas terapias (medicina personalizada, nano-robots). Además, algunas de las enfermedades más comunes sin cura definitiva (cáncer, Alzheimer) están relacionadas con la edad, lo que junto con el envejecimiento de la población se traduce en un enorme mercado potencial.
Si la urgencia por adquirir acciones de biotecnología sentida tras leer estas líneas palidece en comparación con la de comprar acciones de Apple tras ver la presentación de uno de sus nuevos dispositivos, las finanzas conductuales pueden explicar por qué. Como individuos, preferimos las historias a los análisis, y el ámbito de la biotecnología es poco atractivo y requiere de un alto nivel de conocimiento científico para ser entendido, mientras que resulta fácil emocionarse con el diseño y el potencial de un iPhone, sin tener conocimientos de ingeniería. Para superar este déficit de entusiasmo, el mejor catalizador para el sector seguramente sería descubrir otra droga tan sexy como la Viagra!
Fernando de Frutos, Director de Asesoría y Gestión en MWM
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