El capital social representa la mayor parte de la riqueza en las economías desarrolladas1. Éste abarca el valor creado por la ley y el orden, la confianza mutua y las instituciones públicas; todos ellos activos que se han formado como resultado del establecimiento de un orden legal y social desarrollado durante siglos.
Adicionalmente, los países han acumulado una gran cantidad de activos financieros públicos. En general, éstos no provienen originalmente del pago de impuestos ni de la venta de sus riquezas, sino que se crearon de la nada, arbitrando el desfase entre obligaciones a perpetuidad y vidas humanas finitas. El primero de tales inventos fue el sistema bancario de reserva fraccionaria; basado en que un banco central pueda crear y prestar dinero fiduciario a discreción. El segundo ingenio fue la creación de la seguridad social bajo el principio de «reparto», donde la población activa paga las pensiones de los jubilados.
Ambos esquemas son relativamente modernos. Emperadores y reyes fueron adeptos a la depreciación monetaria, pero el dinero fiduciario solo comenzó cuando Nixon puso fin a la convertibilidad del dólar en oro. Coincidentemente, el estado del bienestar, que se había limitado a ofrecer protección frente a discapacidad y pobreza extrema, amplió su cobertura incluyendo pensiones públicas, las cuales no habían sido financiadas previamente.
Al igual que otros activos intangibles, el capital social es menos propenso a la depreciación que el capital físico, aunque requiere de adaptaciones – revoluciones a veces – para amoldarse al cambio social. Sin embargo, el problema con las pensiones y el dinero fiduciario es que son creaciones que ocurren sólo una vez y, por lo tanto, no pueden reponerse fácilmente. De hecho, ambas necesitan de dinámicas expansivas para perdurar, de ahí su frecuente comparación con los esquemas Ponzi. El dinero requiere inflación, mientras que para las pensiones el crecimiento de la población es primordial.
La favorable demografía de los años setenta y ochenta posibilitó incluso el aumento en los beneficios sociales sin tener que subir los impuestos; una tentación demasiado difícil de resistir para un político. Sin embargo, ahora que la población está envejeciendo, estos activos se están agotando a un ritmo preocupante; y dado que la reforma del sistema es una bomba política, el déficit de las pensiones probablemente acabará traduciéndose en deuda pública.
En cuanto al papel moneda, tras algunos años de experimentación bajo el nuevo régimen, los bancos centrales lograron mantener una tasa de inflación positiva estable. Aunque, los precios de los activos, desde el inmobiliario a las acciones, tendieron a generar burbujas periódicamente. Después de cada crash, se administró la misma medicina, el famoso “Greenspan put”, consistente en bajar los tipos de interés para reactivar el crédito y sostener los precios de los activos.
Sin embargo, la dosis tenía que ser cada vez más grande, y las tasas de interés tendieron a la baja mientras la deuda no paraba de acumularse. Con la crisis financiera, los banqueros centrales pronto se quedaron sin paliativos, y la deflación amenazó con poner el sistema en reversa. En este momento decisivo, Bernanke se sacó un conejo del sombrero, y el QE abrió una nueva vía para exprimir más jugo monetario.
Desde entonces, la economía se ha estabilizado y los mercados están en auge. Los banqueros centrales hablan ahora de «normalización» monetaria, ya que necesitan reponer el arsenal monetario, sabiendo que tarde o temprano habrá una nueva crisis; pero bajo la pesada carga de la deuda acumulada, y la que vendrá por los agujeros de pensiones, no hay un regreso fácil sin dañar el valor de los activos que tanto se desea preservar.
Por lo tanto, salvo que ocurra un milagro económico, extender y pretender es la única opción para las autoridades, y tanto el QE como los agujeros de las pensiones están aquí para quedarse, inextricablemente ligados entre sí como gemelos siameses.
1http: //siteresources.worldbank.org/INTEEI/214578-1110886258964/20748034/All.pdf
Fernando de Frutos, MWM Chief Investment Officer
* Este documento es puramente informativo y no constituye recomendación de compra de los activos financieros mencionados en el mismo. Ninguna información contenida en este artículo puede ser considerada definitva, dado que el objeto sobre el que se informa está sujeto a cambios y modificaciones).
Rendimientos pasados no garantizan rendimientos futuros, y en ningún caso la información vertida en esta página web pretende sugerir que rendimientos establecidos en este documento se obtendrá en el futuro.
La información ofrecida por BCM sobre el estado, desarrollo o evaluación de los mercados o activos específicos no debe interpretarse como un compromiso o garantía de rendimiento. Al respecto, BCM no asume ningunaresponsabilidad por el rendimiento de estos activos o mercados.
Los datos sobre inversión, rendimientos y otros aspectos se basan en o derivan de la información de fuentesconfiables, generalmente a disposición del público, y no representan un compromiso, garantía o responsabilidad deBCM.