La veteranía es un grado

  • Las elecciones presidenciales de este año se ven completamente eclipsadas por la crisis de Covid. La magnitud de la crisis económica está obligando a los distintos partidos del espectro político a ponerse de acuerdo; por lo que, en gran medida, las políticas económicas para los próximos años seguirán un rumbo predeterminado. El apoyo a los hogares y las empresas se financiará con grandes déficits fiscales, y no a costa de austeridad o subidas de impuestos. Los potenciales cambios si hay un presidente de uno u otro signo, solo afectarán marginalmente a algunos sectores y a los individuos de mayor renta.
  • En cuanto al resultado de las elecciones, las posibilidades de triunfo de Trump son muy escasas. A pesar de algunos logros durante su presidencia, ha hecho poco para atraer nuevos votantes. Después de cuatro años de presidencia convulsa, Trump ha perdido su atractivo como outsider, y la plataforma demócrata está tratando de capitalizar la oposición contra él. La clave de estas elecciones es que muchos votantes no votarán por Biden, sino contra Trump.
  • Los mercados financieros han descontado en gran medida una victoria de Biden; por lo que no deberíamos esperar grandes fluctuaciones de mercado el día después de las elecciones, a menos que éstas resulten muy reñidas. Mirando más allá, Trump es sinónimo de volatilidad, e independientemente de si repite mandato o pierde, ya su presencia no se difuminará fácilmente.

 

Cada cuatro años, se ha convertido en costumbre que los analistas de inversión comenten sobre las elecciones estadounidenses y sus implicaciones para los mercados financieros. De hecho, existe un amplio repositorio de guiones disponibles, que nos permite completar sin esfuerzo la longitud requerida del artículo. Se puede decir que una presidencia republicana será más beneficiosa para tal o cual sector, y perjudicial para aquel otro; y de igual forma, encontrar una justificación alternativa para una victoria del bando demócrata. Sin embargo, prácticamente para cada narrativa uno puede justificar lo contrario; y esto es porque, dejando aparte los extremos dentro de cada partido, demócratas y republicanos son solo diferentes matices del capitalismo de mercado.

En estas elecciones, los únicos ganadores y perdedores claros se encuentran en el sector de la energía, donde una victoria de Trump significará la continuación de un entorno regulatorio muy benigno para las energías de combustibles fósiles, mientras que una victoria de Biden cambiará las tornas a favor de las energías renovables. Respecto a los otros peligros que acechan en el horizonte: los precios de los medicamentos, la regulación del sector financiero, y la legislación antimonopolio de las grandes compañías tecnológicas, no está nada claro si hay más riesgo de que se materialicen bajo una u otra presidencia. La única certeza aquí es que a los lobistas les seguirá yendo muy bien.

En cuanto al resto: la economía en general, los impuestos, el gasto público, los déficits fiscales y comerciales y el dólar estadounidense, en cualquier otra elección habría algunas cosas importantes que decir al respecto; pero en esta ocasión, es como hablar de las mareas en medio de un tsunami. La magnitud de la crisis actual está obligando a las ideologías a converger. Existe un acuerdo unánime sobre la hoja de ruta a seguir: ayudar a los hogares, evitar las quiebras, recuperar la economía, olvidarse de la austeridad, aumentar la deuda, y pagarla mucho más tarde. Las sutilezas: el cómo gastarlo, cuándo reducir el estímulo y cómo controlar el déficit, si todo va bien, serán temas para las elecciones presidenciales de 2024.

Se pueden decir cosas de más enjundia sobre el otro tema principal de un artículo preelectoral como este: quién es probable que gane las elecciones, y cómo cambiará el panorama político a partir de entonces. Aquí, hay que comenzar con el actual inquilino de la Casa Blanca, quien debería partir con ventaja (sólo 10 de los 45 presidentes que se presentaron a una reelección, no lograron un segundo mandato). En esta ocasión, sin embargo, las posibilidades de reelección parecen escasas. No sólo por lo que indican las encuestas, sino también por pura inferencia política.

Comencemos con el hecho de que Trump fue elegido por un margen muy estrecho, habiendo ganado el Colegio Electoral, pero perdiendo el voto popular. Ciertamente puede presumir de algunos logros durante su mandato: una economía fuerte impulsada por recortes de impuestos, un primer intento de revertir los desequilibrios causados por la globalización (aunque sólo fuera desde una perspectiva de «America First»), no haber entrado en nuevas guerras. Pero estas fueron viejas promesas electorales con las que difícilmente conseguirá atraerse nuevos votantes. Mientras que, por otra parte, no ha cumplido en lo que respecta a infraestructura y sanidad; y ha fracasado en gran medida en el manejo de la pandemia.

El problema es que muchos votantes indecisos que votaron por él en 2016, perdonando su personalidad y atraídos por un aura de inconformista que podía desafiar el status quo, probablemente ahora se estén arrepintiendo después de cuatro años de una presidencia extremadamente convulsa. Era de esperar que una vez convertido en presidente, Trump modularía su tono y que, en mayor o menor medida, se adaptaría a los requisitos de la institución.

Pero nada de esto ha ocurrido. De hecho, lo más destacable de Trump el político es que el poder no le ha cambiado en absoluto. Ha dirigido una administración caótica, contratando y despidiendo a miembros de su gabinete y a funcionarios de alto rango, de la forma en que lo hacía en su programa de telerrealidad “The Apprentice”. Ha seguido tuiteando sin restricciones, y metiéndose en todas las peleas, cada vez más alejado del centro político. Cayendo en una trampa tendida por una gran parte de los medios de comunicación – que parece que hubieran hecho de derrocarlo su razón de ser – así como un implacable partido demócrata no dispuesto a hacerle ninguna concesión

Pero a pesar de que nadie puede poner en duda que Trump haya mantenido su autenticidad, también ha perdido una gran dosis de su atractivo como outsider, después de haber tenido la oportunidad de gobernar el país durante un mandato completo. Esto quedó muy patente durante los debates presidenciales, donde pareció que lo único que tenía para ofrecer eran cuatro años más de enfrentamiento permanente.

El candidato demócrata es, por el contrario, más potente de lo que se ve a primera vista. No por lo que ofrece, sino precisamente, por lo que no. Biden representa la versión menos saliente del partido Demócrata, una receta testeada que no levanta temores de querer instaurar el socialismo en el país. Tampoco es una personalidad apabullante, ni un reformador. Su principal fortaleza es su experiencia en el gobierno y, aún más importante, en la política. Esto ofrece a los votantes indecisos una más que necesaria ruptura con una política de confrontación permanente. La clave de esta elección es que muchos votantes no votarán por Biden, sino contra Trump.

Podríamos preguntarnos por qué Trump no adoptó un comportamiento más presidencial, ya que una versión pulida de sí mismo debería haberle proporcionado suficiente capital político como para presentarse a la reelección con garantías. Pero aquí está el quid de la cuestión: probablemente no tenía interés alguno en hacelo, ya que tal ejercicio de transformación habría conllevado la erosión de su marca personal. Su forma de comportarse como presidente aporta algo de veracidad a lo que Michael Cohen, su abogado de confianza, testificó ante el Congreso, que Trump nunca creyó que fuera a ganar, y que diseñó su candidatura como “el mayor publirreportaje de la historia política”.

Independientemente de si esto es cierto o no, lo que está claro es que, si Trump pierde, su luz no se apagará como la de otros presidentes. No se retirará a su Biblioteca Presidencial, sino que monetizará su paso por la Casa Blanca manteniendo un perfil público muy elevado, probablemente haciendo otra fortuna en televisión y vendiendo sus memorias. De hecho, no es inconcebible que Trump intente postularse nuevamente a la presidencia en 2024 (ya es posible apostar por él, así como por su hija Ivanka).

Aunque en Estados Unidos está el precedente del ex-presidente Grover Cleveland siendo elegido en dos mandatos no consecutivos, en el caso de Trump esto se parecería más bien al retrono de Berlusconi después de haber sido derrocado en su primer mandato. De hecho, Trump podría erigirse en una especie de líder de la oposición. Una figura que nunca antes ha existido en los EE.UU., donde mandan los líderes en la Cámara y el Senado, y el partido en la oposición elije a su candidato solo unos meses antes de las elecciones. Cuanto más reñidos sean los resultados electorales, mayor será la influencia de Trump después de las elecciones. De ahí su intención de no conceder la victoria fácilmente.

Una administración de Biden tendrá que aprender a convivir con ello. Es posible que no se queden cruzados de brazos, e intenten perseguir a Trump por sus tratos en la Casa Blanca (hay que recordar el «impeachment» por sus enredos con Ucrania, y el número de ex asesores y confidentes que han terminado en la cárcel). Pero ese sería un camino muy peligroso, sabiendo que Trump es un maestro de la comunicación y que conseguiría fácilmente que pareciera una caza de brujas, independientemente de la base de la acusación.

El mejor curso de acción para Biden sería tratar de sentar las bases para una despolarización en el país, y dirigir una administración competente y estable. Atrayendo a pesos pesados y, lo más importante, ¡reteniéndolos! Con personas del calibre de Lael Brainard, Gobernadora de la Fed, a diferencia del ex productor de cine Steven Mnuchin (con el beneficio añadido de no hacerle a uno creer que sufre alucinaciones al ver el nombre del Secretario del Tesoro en los títulos de crédito de una película de acción).

¿Y si, contra todo pronóstico, Trump logra su reelección? Bien, indudablemente no será un presidente “pato cojo”. Pero ya he especulado suficiente, y esto tendrá que esperar a otro artículo, si finalmente fuera necesario.

 

Fernando de Frutos – Chief Investment Officer

 

* Este documento es puramente informativo y no constituye recomendación de compra de los activos financieros mencionados en el mismo. Ninguna información contenida en este artículo puede ser considerada definitva, dado que el objeto sobre el que se informa está sujeto a cambios y modificaciones).

Rendimientos pasados no garantizan rendimientos futuros, y en ningún caso la información vertida en esta página web pretende sugerir que rendimientos establecidos en este documento se obtendrá en el futuro.

La información ofrecida por BCM sobre el estado, desarrollo o evaluación de los mercados o activos específicos no debe interpretarse como un compromiso o garantía de rendimiento. Al respecto, BCM no asume ningunaresponsabilidad por el rendimiento de estos activos o mercados.

Los datos sobre inversión, rendimientos y otros aspectos se basan en o derivan de la información de fuentesconfiables, generalmente a disposición del público, y no representan un compromiso, garantía o responsabilidad deBCM.

Deja una respuesta