Ya es oficial: estamos viviendo un cambio de régimen

El hecho de que los ciudadanos del Reino Unido y Estados Unidos, dos países que han estado a la vanguardia del liberalismo – intelectual y políticamente hablando – se hayan rebelado contra el status quo, es una indicación de cuán agotado está el régimen actual. Tampoco es coincidencia que los pioneros que primero disfrutaron de los beneficios de la globalización, sean los que hayan llegado antes al final del camino.

¿Qué implica esto para el orden mundial? Es probable que los intereses domésticos se impongan a los esfuerzos de coordinación supranacional en los años venideros. No veremos a la Fed preocupándose por economía global, al Tesoro de EE.UU. acudiendo al rescate de países extranjeros, o financiando al FMI o el Banco Mundial.

Revolverse contra el orden mundial en solitario a-la Corea del Norte no es algo muy inteligente, pero una vez que el Hegemon comience a retirarse, otros países comenzarán a seguir su ejemplo. Las próximas grietas probablemente se producirán dentro de la UE, que está empezando a parecerse a un vestigio de una época pasada. Tarde o temprano otro país central se irá, y es sólo cuestión de tiempo hasta que se acuerde una estrategia común de salida. El riesgo político está por lo tanto en aumento, y con el referéndum en Italia y elecciones en los próximos meses en Austria, Francia, Holanda y Alemania, apostar por una reversión a la normalidad es una estrategia arriesgada.

¿Qué significará esto para las inversiones? Probablemente el final del gran período de moderación, la inflación en aumento debido a la reintroducción de las barreras comerciales y la promoción de la industria local, junto con mayores déficit fiscales para financiar la transición hacia el nuevo modelo económico. También es probable que presenciemos otra metamorfosis del régimen cambiario, poniendo fin a la era de las monedas flotantes que reemplazó al sistema de Bretton Woods. Este puede ser el área al que se dedicarán los mayores esfuerzos de coordinación internacional, y como resultado, el oro probablemente recuperará su atractivo como moneda alternativa y de mercado.

A largo plazo, todos estos cambios estructurales se traducirán en tipos de interés más altos y en un menor rendimiento del capital, ya que los costos de mano de obra y de financiación aumentarán, mientras que el crecimiento económico mundial, en términos reales, disminuirá. Esto será perjudicial para las acciones, el crédito y los bonos de larga duración, y también será una mala noticia para los países emergentes – que han sido uno de los mayores beneficiarios de la globalización.

A corto plazo, por el contrario, el estímulo fiscal de Trump vía recortes impositivos e inversiones en infraestructura, alejará la probabilidad de una recesión en los EE.UU. en los próximos años, lo que apoyará el crédito y las acciones, al menos hasta que comiencen a repuntar los costes financieros. Probablemente los ganadores serán las industrias nacionales en sectores estratégicos, como la energía, finanzas, servicios públicos, defensa y construcción.

En conclusión, hay que ser conscientes de que estamos viviendo en una fase de reestructuración, y al igual que ocurre en una empresa, habrá un costo asociado. La globalización no terminará, pero será reevaluada, y es importante tener en cuenta que este proceso está comenzando en un momento en que la mayoría de los activos están muy caros. Nuestro consejo por tanto es aumentar la cautela hasta que haya una mejor visibilidad de la velocidad, amplitud y dirección de esta transición ya que, a día de hoy, vemos que las pérdidas potenciales pueden superar a las ganancias.

 

Fernando de Frutos, Director de Asesoría y Gestión en MWM

 

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